La empresa más rentable en la región más pobre de Colombia

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Por Carolay Morales

La primera vez que estuve en La Guajira fue en el Cabo de la Vela. Allí conocí el mar más hermoso del mundo porque su color se confundía con el azul del cielo, pero también vi la indiferencia de quienes teniendo más recursos y estudios, le hacían el quite a la pobreza.

En mi mente tengo la imagen de unos diez médicos que llegaron desde Bogotá a hacer un "trabajo social" con los del Cabo de la Vela. Ellos almorzaban pescado, langosta, carne o pollo, mientras unos niños y mujeres los veían desde una esquina, tal vez con hambre.

Me decían los pobladores, la mayoría indígenas wayuu, que era "común" observar el desfile de quienes llegaban a La Guajira, algunos con rótulos de ONG, sintiendo que "hacían obras de caridad", cuando lo que realmente necesitaba la región, era trabajo de responsabilidad social. Algo muy diferente a la caridad.

Para entender la complejidad de La Guajira, el coeficiente Ginni, un método que mide la desigualdad en el mundo, nos ayuda a dimensionar la situación. La Guajira es más desigual que países de África como Angola y Mozambique.

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Más de la mitad (58%) de la población vive en la pobreza, según el Departamento Nacional de Estadísticas -Dane-. La Guajira es una de las regiones (Chocó es la otra) más rezagadas de Colombia. No hay condiciones de vida aptas en los niveles de salud, educación, alimentación, vivienda, empleo, ente otros.

Sin embargo, la capacidad del guajiro para hacerle frente a los problemas más difíciles fue admirable. Recuerdo que en la primera visita, ellos enfrentaban también el fenómeno del Niño, un periodo de sequía extrema, que azotó a casi toda Colombia.

El agua, que ha sido escasa en condiciones normales, lo era más en ese entonces. Se veía a las mujeres con botellas vacías de gaseosa que dejaban los turistas, recogiendo agua de cualquier parte.

"A veces consigo medio balde de agua para todo el día. Con eso comemos", dijo Martha, una mujer wayuu de 40 años que relataba cómo era vivir con cinco hijos, poca comida y sin agua.

Ella estaba con uno de sus hijos en la brigada médica. El niño de 13 años contaba que vivir en ese lugar era "lindo" por que se entretenía jugando fútbol con sus amigos frente al mar. "Lo malo es que pasamos hambre", decía.

Desde la declaratoria de emergencia por la sequía en La Guajira en 2014, El Cerrejón reportó la distribución de más de 70 millones de litros de agua a 25 mil personas.

Sin embargo, aunque los esfuerzos sociales que hace la empresa por la región son importantes no impactan en sus habitantes de forma significativa.

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La segunda vez en la Guajira fue un poco "más amena". El Cerrejón nos invitó (cerca de 10 periodistas) a realizar un recorrido por la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo.

El Cerrejón ha estado desde hace 30 años explotando carbón. Solo en 2015 exportó 33.4 millones de toneladas, siendo Europa (43%) y el Mediterráneo (35%) los lugares donde más se vende.

Ese año la empresa destinó de las ventas (5.5 billones de pesos), 27% en impuestos y regalías, y un 3% en proyectos sociales y ambientales.

Uno de los proyectos en los que invirtió hace ya algunos años, fue en la construcción del hotel "Waya" en Albania. Allí fuimos a parar los periodistas invitados. Un hospedaje con aire "medio ambiental". El agua se reciclaba, la luz se generaba por paneles solares y los senderos estaban llenos de naturaleza. En general, un sitio elegante con el concepto moderno de "eco -hotel".

Aunque no tuve la oportunidad de ir al pueblo, tiempo después un alto funcionario del gobierno a quien le comenté sobre la experiencia, dijo que "era paradójico el hospedaje porque quedaba al lado de una población que no contaba con luz ni agua, además de otros servicios".

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El recorrido por el Cerrejón empezó por uno de los cortes profundos de tierra más antiguos llamado tajo Patilla. La magnitud del trabajo para explotar carbón fue impresionante: un roto gigantesco hecho en medio de la naturaleza.

En el segundo recorrido, vimos un roto rehabilitado parcialmente en su ecosistema representado por bosque seco tropical. Este proceso empezó hace 20 años, pero se requieren por lo menos 30 años para evidenciar resultados del mismo, según expertos.

En ese sentido, El Cerrejón se comprometió con Colombia a rehabilitar todas las perforaciones de tierra utilizadas para la explotación de carbón. Hasta el momento, han rehabilitado 2.200 hectáreas de 11 mil explotadas.

Lo preocupante es que en el país solo queda el 8% de bosque seco tropical y las razones de la desaparición están desde la colonización e industrialización, hasta minería, agricultura, ganadería y tala de bosques.

No existe una estrategia clara para restaurar los bosques y expertos como Wilson Ramírez, coordinador del programa de Gestión Territorial para la Biodiversidad del Instituto Humboldt advierten que, después de desaparecer definitivamente, solo quedan desiertos.

El recorrido por los proyectos sociales y ambientales siguieron, sin embargo me detendré en algo que llamó mi atención.

Cuando nos llevaron a Puerto Bolívar en la Alta Guajira, los funcionarios del Cerrejón mencionaron los frecuentes bloqueos que hacía la comunidad al tren de carbón, por lo menos una o dos veces a la semana.

Las difíciles condiciones de vida con la falta de comida, empleo, educación, salud, entre otros, son las razones que dicen tener los indígenas wayuu, para bloquear la carretera del tren.

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El Cerrejón dice ser consciente que, aunque es una empresa privada, la comunidad los percibe como mediadores en la solución de sus necesidades.

Y el hecho, de que una empresa tan grande y rentable esté en medio de la pobreza, genera sin duda conflictos con la comunidad.

Si bien la empresa no es responsable por todos los problemas sociales y ambientales en la Guajira, sí es cuestionable que se extraiga la riqueza de una región durante tantas décadas, sin que se mejoren significativamente las condiciones de vida de los habitantes.